Andrés Nocioni siempre encuentra razones para motivarse. Oro en Atenas, bronce en Beijing, ahora sueña: "Volver con otra medalla". Resume: "Antes de la fiesta inaugural te corre la sangre más rápido que nunca"
"Me
basta y me sobra, ya vi todo". La realidad no tuvo estilo para León
Najnudel, el padre de la Liga Nacional de Básquet, cuando observó por primera
vez a Andrés Marcelo Nocioni y quedó maravillado en apenas segundos: se lo
llevó de los juveniles de Unión de Santo Tomé, en Santa Fe, a la Primera de
Racing. Chapu tenía quince años. "Mirá todo lo que me ha pasado",
expone mientras el juego periodístico lo hace revivir sensaciones. "Claro
que me acuerdo de cuándo me puse por primera vez la camiseta argentina".
Cómo no va a aceptar el desafío, si es su arte. "León me llevó a hablar
con Guillermo Vecchio, que era el técnico. Y al poco tiempo viajé con el equipo
al Sudamericano de Cadetes que se jugó en Arequipa". Fue en Perú, con chicos
menores de 16 años, como él. Nocioni sintió los colores más allá del eufemismo,
de la trillada construcción.
Es él quien
resume abriendo los brazos, como si fueran espadas: "La Selección se
siente, por eso seguimos viniendo, por eso nos seguimos enojando, nos peleamos,
nos decimos las cosas en la cara, o nos quedamos callados porque sabemos que el
otro anda un poco loco... Siento que en la Selección me brota todo el amor por
el deporte, por mis compañeros, con quienes hice una relación de amistad. No sé
si los mejores equipos del mundo consiguieron lo que conseguimos nosotros, yo
sé que juego con la mejor camiseta del mundo".
Campeón
olímpico en Atenas, subcampeón del mundo en Indianápolis, medalla de bronce en
Beijing, el entrevistado vuelve a viajar hacia atrás en el tiempo, recordar es
seleccionar: "En la Mayor arranqué con Lamas, el otro día hablábamos de
eso. Fue en un Sudamericano, en Bahía Blanca. Son muchas batallas".
Guerrero,
luchador, cazador de arco y flecha literal, en Chicago, en las horas libres que
le permitían los Bulls, practicaba desde arriba de los árboles para atrapar
ciervos-, Nocioni se caracteriza por su pasión. Y por cómo la transmite este
gladiador de dos metros y un centímetro: "Yo soy fuerza, potencia, y tengo
un alto temperamento. Lo saben mis compañeros. Y los rivales".
Todos los
hombres se parecen a su dolor. Y a Andrés todavía se le arruga la voz cuando
piensa en la exactitud del momento en el que se tuvo que volver de Turquía sin
poder jugar el Mundial por decisión de Philadelphia, que no quiso arriesgar a
su fichaje estrella por culpa de una lesión.
Fue dos días
antes del comienzo, se largó a llorar y copió a Diego Maradona: "Me
cortaron las piernas". Ahora traga silencio y responde: "Estaba
arruinado, me estaban arrancando el alma".
El domingo
comenzará la acción en los Juegos, en Londres, frente a Lituania. Chapu imagina
lo previo, ese inexplicable acto de sensibilidad en un gigante que se faja
debajo del aro: "Ya me pasó en Atenas y en Beijing. Antes de entrar a la
fiesta inaugural te corre la sangre más rápido que nunca. Sos responsable de la
pasión de millones y millones de argentinos. Sos un patriota".
Acercarse al
final de un ciclo, reinventar a la Generación Dorada lo hace detenerse:
"No vamos como favoritos, a diferencia de 2008. Creemos en nosotros.
Salvo Estados
Unidos y España, no estamos abajo de nadie. Y ojo, porque los dos que te nombro
no sé si tienen ganas de jugar contra nosotros... Cuando me retire, las
historias que más voy a recordar van a ser las de la Selección".
¿Por qué?
Es el grupo
más temperamental en el que estuve. El compromiso que tenemos es lo que nos ha
llevado a poner en lo alto al país.
¿Qué te
motiva de Londres?
Defender a un
compañero, charlar con otros deportistas en la villa, ir a verlos competir,
andar con la bandera argentina. Y volver con otra medalla.
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