Medio en broma, medio en serio y también medio enojado, Manu
Ginóbili contó en su página (www.argentina.manuginobili.com) la agitada mañana
que le tocó vivir cuando lo fueron a buscar, junto a Luis Scola, su compañero
de habitación, para que haga un "sorpresivo control antidoping".
Muy descriptivo, Manu
arrancó textualmente: "Son las 7.15hs y con mi querido compañero de
habitación Luis Alberto Scola dormimos plácidamente en nuestras alargadas camas
de 2.20m. Un insistente golpe de puerta nos despierta. Pienso que nos quedamos
dormidos, luego que se está derrumbando la villa y hay que evacuar, pero
después escucho ese acento inglés tan particular que le pide a Luis su
credencial. El 4 de la selección no puede hablar de lo dormido que está, parece
que se hubiera comido un kilo de arena a mitad de la noche. Como lo describe en
su tweet, me pregunta si en caso de declararse culpable nos dejarían dormir un
par de horas más, yo que tampoco entiendo nada, sonrío y escucho la bizarra
conversación que incluyo una pregunta muy picante e incisiva: '¿me puedo lavar
los dientes?'. Ante semejante pregunta, este buen hombre toma su handy y
empieza a preguntar a su superior si, de hecho, podia o no. No sé si echarlos,
reirme, ignorarlos o qué, pero doy media vuelta e intento dormirme otro rato
mientras nuestro amigo se va con paso lento y doloroso rumbo al laboratorio
mientras repite una y otra vez 'Que mala leche'. Vuelvo a sonreir y le digo a
mi acolchado temático: Pobre! Hay que tener mala suerte."
Sigue Ginóbili, en un relato desopilante, digno de un
guionista de alta escuela: "Mucha luz entraba por la ventana, intento
dormir, giro de un lado a otro, miro la hora, escucho ruidos y siento un
cosquilleo bien interno que me pide a gritos una visita fugaz al baño a buscar
la paz interior, fue una larga y placentera búsqueda. Cuando vuelvo a la
tranquilidad de mi ahora solitaria y silenciosa habitación, apoyo la cabeza en
la almohada, me relajo y hasta contemplo lo duro que hubiera sido tener que
levantarse e ir a hacer el control en esa situación. Miro otra vez el reloj,
7.50hs. Pienso en lo dulces que serían las próximas dos o tal vez tres horas de
sueño cuando de nuevo escucho un golpe insistente de puerta. Esta vez más
lejano, pero igual de incansable. Nadie parece darle importancia, asi que voy
yo a las puteadas. Abro y veo a otro sonriente colaborador diciendome que es
del control antidoping. Viene a buscar a otro del equipo. Todavía quedan once
jugadores más y no puedo evitar pensar en ese 9% de chances que sea yo y lo
desestimo, soy un tipo de suerte. Cuando me pide la credencial me hace dudar,
pero claro, son ingleses y el basquet no es su deporte. Le pregunto a quien
busca, pero insiste en pedirme la identificación olímpica, pienso
inmediatamente que estoy al horno. Al mostrarsela escucho la frase que
definitivamente no quería escuchar habiendo vaciado completamente mi vejiga 2
minutos antes: 'Señor, me tiene que acompañar'".
Y un cierre
desopilante de Manu: "Dos horas y dos litros de agua después, sigo en la
salita junto a dos coreanas, dos ecuatorianos, tres chinos, dos rusos, dos
mongoles y sin ganas de hacer lo que me piden que haga. Más allá de la
anécdota, quiero decir que estoy de acuerdo con el control antidoping, esto es
sólo un relato."
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